miércoles, 17 de diciembre de 2014

(A GUARDA) "EL MONTE DE SANTA TECLA LA MARAVILLA DE GALICIA", por Julián López García, ABC de 14.09.1952


Por J. López García
ABC - Madrid, 14 de Septiembre de 1952

Hacia la parte más meridional de Galicia, allí donde en cariñoso abrazo se unen las aguas tranquilas del Miño con las inquietas y agitadas del océano, se alza en la margen derecha de ese poético río el histórico monte Santa Tecla, semejando a eterno centinela, a quien los siglos confiaran. En custodia y defensa de la entrada del río, llave principal del hermoso y fértil valle Minniano, cubierto de rica y variada vegetación, por donde se deslizan las aguas del Coira y del Tamuje, que le riegan y fecundizan.
Separado en apariencia este monte del sistema orográfico de que en un tiempo formaba parte, se presenta como solitario y solitario premonitorio, cuya base bañan a porfía el Miño por Oriente y el océano Atlántico por Occidente, tratando de circundarle por completo, a no impedírselo una pequeña estribación que por la parte Norte del monte le une en suave pendiente con las vegas de la antiquísima “Cividans” y los alegres caseríos de Salcidos y la Gándara, que se pierden, allá lejos, en la amplia llanura del renombrado valle de El Rosal.
Todo este monte es de pura formación primitiva, que en pasadas épocas geológicas emergió del seno de las aguas en forma de ingentes peñascales, que el tiempo se encargó después de ir poco a poco modelando hasta darle la forma que hoy tiene, con sus dos originales picachos que le coronan, constituidos por grandes bloques de granito, que se nos presentan cabalgando unos sobre otros en equilibrios sorprendentes.

El picacho de la parte Sur se conoce con la denominación de Facho de San Francisco, nombre dado, sin duda, por los franciscanos de un convento que en la antigüedad existió en la Insua, pequeña isla portuguesa que se encuentra situada en la misma barra del Miño; y el picacho de la parte Norte, que se le llama simplemente “Facho”, cuya etimología parece indicarnos que éste era el sitio destinado en remotas edades para hacer señales por medio de hogueras a las embarcaciones que cruzaban nuestro mar.


 
Hasta hace muy poco tiempo la ascensión a este monte era difícil y penosa, pero hoy día puede hacerse en cómodo automóvil, gracias a la carretera construida (1), a la cual, salvando los grandes desniveles que el terreno de suyo le ofrece, sube serpenteando las laderas del Tecla hasta la misma cumbre.
El viajero que recorre tan original carretera, siguiendo las caprichosas curvas que a cada paso presenta, podrá contemplar ora el anchuroso océano, cuyo horizonte se  pierde en indeterminada línea allá en lontananza; ora las bellas riberas de ambas márgenes del Miño, cuajadas de blancos caseríos que se reflejan en las cristalinas aguas del río; ora la hermosa llanura de la Gándara y la del fértil valle de El Rosal, formando todo este armónico conjunto el más espléndido paisaje que la fantasía pudo soñar, paisaje lleno de luz y encanto aun para aquellos que hayan perdido el sentimiento de lo bello.
La tranquilidad del curso de las aguas azuladas del Miño, las bellas y diminutas islas o “ariños” que las esmaltan, y los poéticos y variados caseríos que por doquier pueden contemplarse, son otras tantas notas de verdadera hermosura que siempre tienen que impresionarnos gratamente.
Así no es de extrañar que los que por primera vez suban al Tecla, y contemplen unos instantes siquiera el no igualado paisaje que desde allí se divisa, sientan en lo más íntimo de su ser esa grata satisfacción que producen los grandes espectáculos de la Naturaleza, siempre varios y hermosos. ¡al es la belleza y grandiosidad del paisaje que se nos presenta desde el Tecla!
                                                                                              J. L. G.
Fotos: “Poligráfica”

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