sábado, 11 de octubre de 2014

(A GUARDA) HERALDO GUARDES, Un periódico, una imprenta y un periodista ( III )

AÑO XXIX - N.º 1509 -  (HERALDO GUARDES) 7 DE ENERO DE 1933
(ARTÍGOS PUBLICADOS A MORTE DE D. JOSE DARSE)

AL COMENZAR EL AÑO 1933...
            Cuando vean la luz pública estas líneas, comenzadas a escribir en las postreras -y tristes, muy tristes, para nosotros- horas del año 1932, habremos entrado en un nuevo año, el año 1933, que viene dispuesto, sin duda alguna, a dejar de su paso por la vida gratos recuerdos en La Guardia, tan necesitada de un año derroche en ella, a manos llenas, cuanto de bueno traiga consigo.
            Al entrar en el año 1933 volvemos la vista hacia atrás, ponemos sobre el tapete cuanto de interés para la villa ha ocupado las columnas de “HERALDO” y sinceramente manifestarnos que en nada nos remuerde la conciencia, que consideramos haber cumplido en todo momento con nuestro deber, que la defensa de los intereses guardeses fue nuestra única bandera y que en mantenerla enhiesta nos hemos esforzado uno y otro día. Tanto, que desde este mismo momento formamos el inquebrantable propósito de continuar por el mismo camino, de seguir la ruta emprendida el primer día.
            En no desviarnos un ápice de él, en apartar de su curso cuanto pueda entorpecer la ruta, hemos de poner decidido empeño, y a buen seguro que la suerte no dejará de acompañarnos, porque quien defiende con entusiasmo, con tenacidad, con decisión los sacrosantos intereses de su pueblo, ha conseguido ya la mitad de su victoria.
            Ni apartarnos del camino trazado ni menos retroceder. Eso para nada ni por nadie. Ajenos en absoluto a banderías políticas y enemigos acérrimos de enfocar los problemas desde un punto de vista partidista, no nos harán retroceder ni mitigarán nuestro entusiasmo, ni los trabajos de zapa de los pseudo guardeses, que a todo le encuentran segunda intención y todo les parece mal en cuanto no va encaminado a la defensa de sus particularísimos puntos de vista, ni menos nos amilanan ni restan alientos, antes al contrario, nos los infunden mayores, los insultos y las mortificaciones de quienes cumplen a las mil maravillas la misión que han traído a este mundo, pues a eso han venido: a insultar, a mortificar, a fomentar discordias, a dividir y apasionar a las gentes y a encender en ellas, cuanto menos el rencor.
            Lo dicho. Seguiremos ejerciendo la misma labor de crítica objetiva, imparcial y elevada que hasta hoy y sacaremos siempre a relucir cuanto encierre algún interés para La Guardia y todo el distrito de Tuy. Todo cuanto pueda redundar en beneficio de La Guardia ha de continuar ocupando nuestra atención.
            Luego cuando pasados los años se enjuicien más desapasionadamente los asuntos, gustosos nos someteremos al inapelable fallo de los guardeses de corazón, que es el único que nos interesa.


NECROLOGÍA
D. José Darse Sobrino
            Fueron quince días de sufrimiento continuo, sobrellevado con verdadera resignación.
            Una enfermedad terrible; una enfermedad con la cual la ciencia médica y todos los cuidados prodigados por una esposa amantísima y unos familiares desvelados no pudieron luchar, ni siquiera amortiguar sus agudos dolores.
            D. José Darse Sobrino, nuestro nunca bien llorado director, el luchador incansable, consecuente, cerró lo ojos para siempre en la noche del viernes antepasado, rodeado de sus familiares y de algunos amigos queridos que de continuo le visitaban y le alentaban constantemente.
            Al día siguiente de su defunción fue conducido su cadáver a la necrópolis de esta villa. En la comitiva fúnebre figuraban representaciones de todas las clases sociales, constituyendo el acto del enterramiento una sentida manifestación de duelo.
            Los señores don José Benito Sobrino, don José María Rolán, don Serafín González y don Sebastián Carneiro recogían las cintas que pendían del artístico féretro. En el duelo figuraban, en primera fila, los señores don Julio Darse, hermano del fallecido; su primo don Juan Sobrino; don Cándido Rodríguez, presbítero, cuya amistad le unía estrechamente a nuestro inolvidable director; don Juan Noya, don Agustín Lomba, don Teodosio Sesto, don Benjamín González y el encargado de los talleres de “HERALDO”, Luis Alonso.
            Tres coronas, con sendos lazos -”Tu esposa no te olvida”, “Ultimo adiós de su familia”, “Deportivo Guardés”-, iban colocadas en el coche fúnebre como ofrenda de seres transidos por el dolor producido por la desaparición del familiar queridísimo, del amigo sincero, de la persona afable, bondadosa, que dejaba para siempre este valle de lágrimas.
            A su atribulada viuda, doña Virginia Barbosa; hermano, don Julio; hermanos políticos, primos y demás parientes enviámosles nuestro sentido pésame, a la par que les deseamos tengan la necesaria resignación en estos tristes momentos, tan amargos para todos.


D. JOSÉ, EL MAESTRO.
            Muy joven soy todavía para poder sacar a relucir como recuerdo los rasgos más valiosos de la vida de D. José, del llorado D. José Darse.
            La enorme diferencia en edad que nos separaba me hacía a mí ser a su lado un niño; podía incluso ser su hijo y quizá más que hijo, nieto.
            Por otro lado, no me creo suficientemente capacitado para dar a su figura el gran realce y las alabanzas que se merece. Personas muy bien cortadas, hombres de inteligencia muy superior a la mía y que le acompañaron en sus años de juventud, que fueron testigos de sus méritos, virtudes y hazañas, se que han de dar a sus hechos el valor merecido.
            Con todo y con ello, no por eso debo escatimar mi parecer y colocar mi granito de arena en pro del hombre que merece los más altos honores por sus prendas de caballero.
            Su trato afable y bondadoso, la altura de miras de su manera de pensar y la simpatía que de su persona irradiaba y se desprendía, me hicieron estimarlo desde que doy fe de mis actos y acciones.
            El fue quien encaminó mis primeros pasos por las cuartillas de la Prensa. El me confirió alientos y me comunicó esperanzas en proseguir. El me facilitó en su “HERALDO” -que, cual ágil piloto, mandaba y dirigía- la enorme satisfacción que produce el ser publicados los mal trazados garabatos que mi pluma infantil había creado y producido.
            Por eso, como maestro lo ensalzo y lo alabo, como pensador parejo en mucho con mis ideas lo aprecié y lo estimé, y, sobre todo, como persona muy afable lo admiré en la vida y lo seguiré admirando en el libro abierto de mi imaginación y recuerdo.

                                                                                  A. Troncoso

Continuara...

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