AÑO XXIX - N.º 1509
- (HERALDO GUARDES) 7 DE ENERO DE 1933
(ARTÍGOS PUBLICADOS
A MORTE DE D. JOSE DARSE)
AL COMENZAR EL AÑO
1933...
Cuando vean
la luz pública estas líneas, comenzadas a escribir en las postreras -y tristes,
muy tristes, para nosotros- horas del año 1932, habremos entrado en un nuevo
año, el año 1933, que viene dispuesto, sin duda alguna, a dejar de su paso por
la vida gratos recuerdos en La Guardia, tan necesitada de un año derroche en
ella, a manos llenas, cuanto de bueno traiga consigo.
Al entrar
en el año 1933 volvemos la vista hacia atrás, ponemos sobre el tapete cuanto de
interés para la villa ha ocupado las columnas de “HERALDO” y sinceramente
manifestarnos que en nada nos remuerde la conciencia, que consideramos haber
cumplido en todo momento con nuestro deber, que la defensa de los intereses
guardeses fue nuestra única bandera y que en mantenerla enhiesta nos hemos
esforzado uno y otro día. Tanto, que desde este mismo momento formamos el inquebrantable
propósito de continuar por el mismo camino, de seguir la ruta emprendida el
primer día.
En no
desviarnos un ápice de él, en apartar de su curso cuanto pueda entorpecer la
ruta, hemos de poner decidido empeño, y a buen seguro que la suerte no dejará
de acompañarnos, porque quien defiende con entusiasmo, con tenacidad, con
decisión los sacrosantos intereses de su pueblo, ha conseguido ya la mitad de
su victoria.
Ni
apartarnos del camino trazado ni menos retroceder. Eso para nada ni por nadie.
Ajenos en absoluto a banderías políticas y enemigos acérrimos de enfocar los
problemas desde un punto de vista partidista, no nos harán retroceder ni
mitigarán nuestro entusiasmo, ni los trabajos de zapa de los pseudo guardeses,
que a todo le encuentran segunda intención y todo les parece mal en cuanto no
va encaminado a la defensa de sus particularísimos puntos de vista, ni menos
nos amilanan ni restan alientos, antes al contrario, nos los infunden mayores,
los insultos y las mortificaciones de quienes cumplen a las mil maravillas la
misión que han traído a este mundo, pues a eso han venido: a insultar, a
mortificar, a fomentar discordias, a dividir y apasionar a las gentes y a
encender en ellas, cuanto menos el rencor.
Lo dicho.
Seguiremos ejerciendo la misma labor de crítica objetiva, imparcial y elevada
que hasta hoy y sacaremos siempre a relucir cuanto encierre algún interés para
La Guardia y todo el distrito de Tuy. Todo cuanto pueda redundar en beneficio
de La Guardia ha de continuar ocupando nuestra atención.
Luego
cuando pasados los años se enjuicien más desapasionadamente los asuntos,
gustosos nos someteremos al inapelable fallo de los guardeses de corazón, que
es el único que nos interesa.
NECROLOGÍA
D. José Darse Sobrino
Fueron
quince días de sufrimiento continuo, sobrellevado con verdadera resignación.
Una
enfermedad terrible; una enfermedad con la cual la ciencia médica y todos los
cuidados prodigados por una esposa amantísima y unos familiares desvelados no
pudieron luchar, ni siquiera amortiguar sus agudos dolores.
D. José
Darse Sobrino, nuestro nunca bien llorado director, el luchador incansable,
consecuente, cerró lo ojos para siempre en la noche del viernes antepasado,
rodeado de sus familiares y de algunos amigos queridos que de continuo le
visitaban y le alentaban constantemente.
Al día
siguiente de su defunción fue conducido su cadáver a la necrópolis de esta
villa. En la comitiva fúnebre figuraban representaciones de todas las clases
sociales, constituyendo el acto del enterramiento una sentida manifestación de
duelo.
Los señores
don José Benito Sobrino, don José María Rolán, don Serafín González y don
Sebastián Carneiro recogían las cintas que pendían del artístico féretro. En el
duelo figuraban, en primera fila, los señores don Julio Darse, hermano del
fallecido; su primo don Juan Sobrino; don Cándido Rodríguez, presbítero, cuya
amistad le unía estrechamente a nuestro inolvidable director; don Juan Noya,
don Agustín Lomba, don Teodosio Sesto, don Benjamín González y el encargado de los
talleres de “HERALDO”, Luis Alonso.
Tres
coronas, con sendos lazos -”Tu esposa no te olvida”, “Ultimo adiós de su
familia”, “Deportivo Guardés”-, iban colocadas en el coche fúnebre como ofrenda
de seres transidos por el dolor producido por la desaparición del familiar
queridísimo, del amigo sincero, de la persona afable, bondadosa, que dejaba
para siempre este valle de lágrimas.
A su
atribulada viuda, doña Virginia Barbosa; hermano, don Julio; hermanos
políticos, primos y demás parientes enviámosles nuestro sentido pésame, a la
par que les deseamos tengan la necesaria resignación en estos tristes momentos,
tan amargos para todos.
D. JOSÉ, EL MAESTRO.
Muy joven
soy todavía para poder sacar a relucir como recuerdo los rasgos más valiosos de
la vida de D. José, del llorado D. José Darse.
La enorme
diferencia en edad que nos separaba me hacía a mí ser a su lado un niño; podía
incluso ser su hijo y quizá más que hijo, nieto.
Por otro
lado, no me creo suficientemente capacitado para dar a su figura el gran realce
y las alabanzas que se merece. Personas muy bien cortadas, hombres de
inteligencia muy superior a la mía y que le acompañaron en sus años de
juventud, que fueron testigos de sus méritos, virtudes y hazañas, se que han de
dar a sus hechos el valor merecido.
Con todo y
con ello, no por eso debo escatimar mi parecer y colocar mi granito de arena en
pro del hombre que merece los más altos honores por sus prendas de caballero.
Su trato
afable y bondadoso, la altura de miras de su manera de pensar y la simpatía que
de su persona irradiaba y se desprendía, me hicieron estimarlo desde que doy fe
de mis actos y acciones.
El fue
quien encaminó mis primeros pasos por las cuartillas de la Prensa. El me
confirió alientos y me comunicó esperanzas en proseguir. El me facilitó en su
“HERALDO” -que, cual ágil piloto, mandaba y dirigía- la enorme satisfacción que
produce el ser publicados los mal trazados garabatos que mi pluma infantil
había creado y producido.
Por eso,
como maestro lo ensalzo y lo alabo, como pensador parejo en mucho con mis ideas
lo aprecié y lo estimé, y, sobre todo, como persona muy afable lo admiré en la
vida y lo seguiré admirando en el libro abierto de mi imaginación y recuerdo.
A.
Troncoso
Continuara...
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