lunes, 18 de agosto de 2014

(A GUARDA) "PANORAMA CÓSMICO DE LA GUARDIA" Victor Touriño López, Libro Festas do Monte, 1956

PANORAMA CÓSMICO DE LA GUARDIA

            La acogedora, risueña y laboriosa Villa guardesa, es un auténtico lugar paradisíaco de la costa atlántico-pontevedresa que brinda al turista manantiales inagotables de sorprendente belleza al contemplar sus paisajes bucólicos, amenizados por el embriagador trino de las aves canoras, y la sinfonía musical de las cristalinas aguas del Miño, espejo de tanto pensil que se extiende por sus riberas que es el “Río de las ciudades episcopales”, según frase de un eximio escritor. Este río es símbolo de Galicia, ofrece a los honrados y trabajadores marineros de La Guardia sus excelentes y apetitosos peces: Lampreas, sábalos, salmones, truchas, que en buena parte han de ser vendidos para delicia de los buenos paladares.

            Todo turista que venga a esta Villa gallega, debe subir a pie el Monte de Santa Tecla, para examinar, como fueron las moradas de los altos y y los vestigios de su antigua civilización, al paso que una frondosa arboleda le regalará el aire ozonizado de los pinares y eucaliptos, amén de las acacias. Una vez situado en la cumbre de este famoso Monte, de forma cónica, se encontrará con el histórico Santuario de Santa Tecla, en donde se venera la Sagrada reliquia de la Santa, Virgen y Mártir, del mismo nombre. Y allí, al rotar sus prismáticos, quedará extasiado ante la belleza mayestática que se le presenta: El Atlántico mostrando su grandeza, sobre el que revolotean las graciosas gaviotas y dando ósculos amorosos a los acantilados costeros y en el que se ven las inquietas gamelas, manejadas por los lobos de mar que extraen los ricos peces y los sabrosísimos mariscos a los que se le hace honor pantagruélico en las tascas del Roxo o del Gran Sol, y otros establecimientos similares.

            El observador verá por el Sur, los pueblos norteños de Portugal, allende el Miño, con sus casas enjalbegadas, y su paisaje cautivador, y por el Norte y Este, contemplará la embrujadora  Villa de La Guardia, ofreciendo su sonrisa acogedora y que embelesa a propios y extraños, con sus casas y edificios que da la impresión de una ciudad, y el famoso Valle de El Rosal, con sus magníficos caldos y sus feraces vegas.

            Así en este retazo edénico de Galicia, colmado de aguas abundantes, de campiñas verdecentes, de arboledas onduladas por el viento... La feminidad de esta tierra esmeralda y la virilidad del Océano en fraternal conjugación con el laberinto de la playa de la Arena Grande y las distintas ensenadas de esta costa brava y magnífica, forman una amplia constelación factorial de creadora ternura, que forjó el espíritu, saturándolo de emociones líricas, imprimiendo a los guardeses una idiosincrasia peculiar,  de orden sentimental. Y contemplando el celaje, vémoslo sembrado de incensarios siderales, de brétemas y nubéculas con siluetas de bustos tallados en mármol, saturados de lágrimas y nostalgias, de ensueños, de saudades y de triunfos. Y todo este complejo cósmico, síntesis de Galicia, se adentra en el alma del poeta,  herido de saudade y despierta en él arpegios de ensueño.

            Nuestra Rosalía, la Cantora del Sar de “toda a nosa terriña galega”: ¡Terra a nosal, -Baixo a prácida sombra d’os castaños- d’o noso bon país,- Baixo aquelas frondosas carballeiras- Que fan doce o vivir, -Sí, sí, Dios fixo esta encantada terra- Para vivir e gozar,- Pequeño paraiso, est’é un remedo- D’o que perdeu Adán.- Este prácido sol que nos aluma,- Estos aires d’o mar.- Este tempre soave, estas campías- Que non teñen igual:-Esta fal mimosa que nos temos- De tan doce solás,- Que non sabe decir sinon cariños- Que hastr’os corazós van,- Esta terra, n’hay duda... Dio-la-fizo- Para ser amada e amar.- ¡Ey! Galicia, a que dorme soños d’anxel.- E chora o despertar- Bágoas que si consolan as suas penas- Non curan os seus mals.

                        La Guardia, julio de 1956.

                                                                                              Victor Touriño López
Publicado no libro das Festas do Monte de 1956

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