lunes, 9 de junio de 2014

Revista VIGO, 1927 Monte de Santa Tecla ( II ), por Domínguez Fontela,

            No es menos interesante la excursión al monte de Santa Tecla bajo el punto histórico. La primera y única población pre-romana hasta hoy descubierta y estudiada, en Galicia allí se encuentra, mostrando a las generaciones presentes como se desarrollaba la vida de nuestra raza en las eras milenarias anteriores a Cristo. No era aquel un burgo o un aduar primitivo, raquítico y miserable: tiene todos los caracteres de una amplia ciudad constituida por un núcleo de un millar de viviendas, casi todas circulares, defendida por series de robustas murallas y torres angulares. Destinada a permanente y tranquila habitación en días de sosiego y paz, reúne elementos defensivos suficientes contra el asalto hostil en momentos de extrañas incursiones. En los días de la dominación romana tuvo todos los caracteres de un oppidum inexpugnable



       ¿Cuándo comenzó allí la vida social?
        Difícil es saberlo. Ni siquiera conocemos el nombre que tuvo en la Geografía arcaica, aunque son muy concluyentes las pruebas que le identifican con la Abóbriga que Plinio sitúa inmediata a Tuy y a las Islas Cíes.
       Al pie de este monte han sido descubiertas estaciones paleolíticas, Chelense y Asturiense, que acusan el remotísimo arcaísmo de nuestras razas ancestrales. Los Kjok-henmodingos o concheros, uno situado en la cumbre y otro al pie del monte, revelan la persistencia de Era eneolítica.
       A ella pertenecen también múltiples objetos de hueso, cerámica, bronce y piedra pulimentada desenterrados con las ruinas de la población.
       Que éstas razas perduraran hasta el período romano lo da a conocer el que con aquellos se hallen confundidos objetos de piedra, hierro y especialmente cerámica signada con caracteres romanos indicadores de su época reciente, ratificada por monedas, algunas imperiales. Entre estos objetos reveladores de la adelantada civilización que aquí dominó, merece especial mención la estatua de bronce de Hércules que reproducimos. Es un ejemplar digno de los mejores Museos que acusa la influencia artística helénica.
       De todos estos descubrimientos dan cuenta al turista al visitar –como debe hacerlo- el amplio Museo que la “Sociedad Pro-Monte Santa Tecla” tiene organizado en La Guardia. Allí en  modestas vitrinas y sencillos anaqueles, están científicamente coleccionados los variados utensilios de arte e industria de los que aquellas razas arcaicas se valían para su vida rudimentaria. Anzuelos, agujas, fíbulas y clavos; cuchillas rectas y curvas, pinzas, alfileres y pendientes de tocado femenil. Cuentas de collares, imperdibles y amuletos, todo ello de bronce, allí se ve, entre mil objetos más, cuidadosamente seleccionados por los amateurs conservadores del Museo de la Sociedad.


Es también interesantísimo el monte de Santa Tecla por su aspecto religioso. Practícanse aquí periódicamente cultos que no tienen semejanza en ninguna otra diócesis del Cristianismo, mereciendo especial mención en estas páginas los que se celebran en agosto de todos los años con el nombre de fiesta del Voto en los que toman parte hombres exclusivamente. En esta solemnidad, toda ella de penitencia y oración, ayunan todos a pan y agua y practícase una procesión de rogativa en la que se cantan, alternativamente con las preces en griego y en latín del Breviario, plegarias en gallego arcaico con música emocionante por su sencillez sentimental.
       Estos y otros actos penitenciales están reglamentados por las constituciones de la Regla del Clamor que se redactaron el año 1138 y fueron ratificados en el año 1355, con motivo de una sequia pertinaz que, durante siete años consecutivos asoló la comarca del Bajo Miño. Esta festividad del Voto es de las que dejan huella moral en la conciencia de los que allí asisten, pues no se pueden presenciar aquellos actos colectivos de piedad cristiana medioeval, practicados por centenares de hombres, sin que se conmuevan las fibras de la conciencia.
       ¿Cuándo comenzaron estos cultos tan emocionantes, tan arcaicos y tan arraigados hoy en las masas populares? Difícil es concretar la respuesta: pero de las prescripciones de los Concilios gallegos de la época visigoda, dedúcese que tienen su raíz histórica en aquella remota época en que los priscilianistas fueron en España muy perseguidos y odiados. Sin duda que en estas cumbres se refugió una comunidad de discípulos del Obispo de Avila cruelmente sacrificado en Tréveris. La práctica de ásperos ayunos y peregrinaciones a pies descalzos; la prohibición medioeval de que en estas reuniones formasen parte mujeres, como primitivamente se hacía; el culto a Sta. Tecla, a quien la leyenda atribuye el carácter de misionera andariega, compañera de San Pablo en sus peregrinaciones apostólicas, a cuyo oficio fueron muy dadas las discípulas de Prisciliano, y otras circunstancias y detalles del culto, tal como lo preceptúan en este monte las antiguas constituciones del siglo XII escritas en gallego, hácenle suponer origen tan remoto. Sin duda también que muchas de las viviendas arcaicas de este monte estuvieron habitadas en la época de la floreciente iglesia visigoda  por discípulos de Prisciliano, que no todos estuvieron manchados con los delitos que se le atribuyeron, y posteriormente por ermitaños imitadores de Santa Tecla, ermitaña también en los montes de Seleucia en los últimos años de su vida.
       Los monjes hijos de las primitivas fundaciones monásticas de Occidente que tanto contribuyeron a la evangelización de Galicia y Norte de Portugal en la época visigoda tuvieron parte muy significada en la vida de la Congregación del Clamor de Santa Tecla, contribuyendo a ello de un modo especial los trabajos apostólicos del gran Obispo San Martín Dumiense, el gran evangelizador de Suevos y fundador de muchos templos y monasterios en esta región. Algunos de los capítulos de su regla monacal están transcritos en la de Santa Tecla.
       La invasión agarena todo lo derrumbó, y sólo a principios del siglo XII, cuando la restauración monástica en Barrantes, Loureza, Oya, Labruja y otros lugares del Bajo Miño, pudieron reorganizarse estos cultos cual hoy se practican.
       Si mucho tiene el turista que admirar en las cumbres del Santa Tecla, amplio campo se le ofrece al arqueólogo, al historiador y al místico que observar y estudiar en estas históricas cumbres, a las que fácilmente se llega desde la ciudad de Vigo.
                                                                                  Juan Domínguez Fontela
                                                                                  Chantre de la Catedral de Orense
De la Revista VIGO EN 1927
Editorial P.P.K.O. (Vigo)



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