miércoles, 13 de febrero de 2013

(A GUARDA) Recuerdos Históricos de La Guardia (2ª parte)


Recuerdos historicos de la guardia
Por Don José Povedano

A Guarda a principios do século XX 

(conclusión)

            Desde el 12 de Diciembre de 1804 hasta el año de 1808 y con motivo de la guerra sostenida contra Inglaterra, se situaron en el puerto de La Guardia, muchas lanchas corsarias que causaron graves perjuicios al comercio inglés con Portugal. Por este motivo intentó invadir el reino ve, el Mariscal Soult, quien tuvo, sin embargo, que desistir de su empeño y dirigirse con sus tropas a la provincia de Orense, para poder llevar a cabo con más facilidad la invasión que proyectaba.
En el año 1833, desembarcó en la villa el Almirante inglés, Sir Napier, quien pasó el Miño, sitió y tomó Caminha, y prestó grande ayuda al Duque de Braganza.
En 1838 fue sorprendido el pueblo por una numerosa partida carlista, que se situó en las calles de tal manera, que hizo imposible la reunión de la Milicia Nacional, y puso a contribución a los propietarios, audaz intentona que ocasionó, a los pocos días, la muerte del cabecilla que mandaba la partida.
Finalmente, a consecuencia de la sublevación general de Galicia en 1846, estuvieron expatriados muchos hijos de la misma villa.
Hállase situada La Guardia a los 41º, 58’ longitud y 2º, 30’ latitud del meridiano de Cádiz, y aunque la combaten los vientos N, NE., el clima es benigno. Es partido municipal y pertenece a la provincia de Pontevedra, de cuya capital dista 11 leguas, y al obispado y partido judicial de Tuy, de donde dista 4 leguas. Tiene 600 y pico de casas, entre ellas, algunas de muy buena arquitectura contándose entre éstas, la del ayuntamiento, las cuales están distribuidas en el casco de la población y barrios de La Cruzada, Riveira y Sobre la Villa. Tiene además de la iglesia parroquial, un convento de monjas benedictinas suprimido en 1868 y dedicado hoy a escuelas públicas, tres ermitas que se titulan de la Concepción, San Cayetano y San Sebastián.
El puerto no es cómodo, y capaz sólo para embarcaciones pequeñas, y el movimiento mercantil del mismo, durante 1870, fue de 80 buques entrados y 89 salidos, constituyendo este movimiento principalmente las lanchas pescadoras y siendo la aduana de 4ª clase, habilitada para el comercio extranjero y de cabotaje.
La población es de 2.375 habitantes en la villa y 6.028 en el término municipal por pertenecer a él, las parroquias de San Lorenzo en Salcidos, y Santa Isabel en Camposancos; tiene buen alumbrado público, cuerpo de serenos y guardia municipal y rural, posee 16 escuelas, cuatro sostenidas por fondos municipales, y doce particulares; y por último, La Guardia se une a Vigo por una bien cuidada carretera de segunda clase.
El blasón heráldico de la villa, que ostenta en algunos edificios públicos, es una nave sobre aguas con tres palos sin velas; el que hoy usa el municipio ha sido modificado sobre la misma base del antiguo, sin que sepamos el motivo, y este blasón representa dignamente a los muchos hijos que este pueblo ha dado a la patria para el comercio universal.

Blasón ubicado nun lateral da Igrexa Parroquial de A Guarda. 

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Talo es, brevemente descrito, el pintoresco pueblo de La Guardia, bastante concurrido durante los meses de estío, por bañistas procedentes del interior del país y del reino portugués.
Destácase en primer término en esta población el convento de benedictinas fundado en 1561 por don Alvaro Ozores de Sotomayor y sus hermanos. Subiendo la escalera que empieza junto a dicho convento(1), se encuentra a la izquierda un lienzo de la muralla cuya construcción por unos se achaca a los romanos, por otros a los suevos y por algunos a los hijos del país, para su defensa, durante las invasiones sarracenas y normandas, Dicha muralla circula todo o parte de la población y tenía dos puertas, una a la terminación de la citada escalera y otra junto a la torre del reloj, que aún existían en 1625, pues, en 25 de Noviembre del mismo año mandó el ayuntamiento se le pusieran cerraduras.
Presentase luego el buen caserío del centro, de cuyo seno surgen la torre del reloj y la de la parroquia de la Asunción, edificio de buena fábrica, construido en diversas épocas.
Entre este panorama y el monte Torroso, divísase el derruido castillo de Santa Cruz, construido en el reinado de Felipe III, y vendido a varios particulares en 1860.
Otra vista es la de una Atalaya construida en el reino de Felipe IV, y que en la última guerra con los ingleses al principio de este siglo fue de suma utilidad como también el castillo de Santa Cruz. Comunícase esta fortaleza con tierra firme durante las mareas bajas, quedando en lo restante del tiempo completamente aislada.
El pico llamado El Facho figura en las cartas náuticas. ¡Cuantas veces la zozobra y el temor del navegante se han apaciguado al divisar en lontananza y envuelto entre la bruma este pico!
Es indescriptible la emoción que se siente al verse sobre su elevada cumbre; al Norte, la villa de La Guardia, una prolongada costa erizada de rocas que son azotadas por las olas, la carretera que serpenteando por la falda de altos montes une dicha villa con la de Bayona y Vigo, y por último, hasta donde la vista alcanza las islas Cies, de Ons y de Arosa.
Dirigiendo la vista al Oeste, solo se divisa el gran Océano.
Al Sur aparece todavía el mismo mar, cuyas olas se extinguen en áridos y arenales, y a Caminha con su carretera, que la une a Oporto.
Al Este se ve el majestuoso río Minho, el Coira y el Tamije, cual cintas de plata sobre una verde alfombra, y el hermoso y feraz valle del Rosal con otros pintorescos pueblos y blancos caseríos.
Pálida sería toda descripción que quisiéramos hacer de este panorama, cuya belleza se siente sin encontrar palabras que sean su verdadera expresión.
Al terminar este pequeño trabajo ocúrresenos una reflexión. ¿En que consistirá que poseyendo en nuestra patria sitios tan encantadores como La Guardia, vayamos a gastar nuestro dinero en el extranjero, sin conocer apenas el patrio suelo, guiados por una pueril vanidad, o rindiendo homenaje al tiránico dominio de la moda?
Para quien busque frescas brisas en el ardoroso estío, ahí está La Guardia con su suave clima, con sus panoramas deliciosos, con ese cristalino espejo llamado el Miño que lame sus plantas, con el grande Océano, cuyas olas parece que juguetean chocando contra los peñascos, y cuya inmensidad asombra.
Esperemos a que los medios de comunicación sean mejores, y sobre todo más rápidos, y creemos que entonces aquellos sitios se verán concurridos por los amantes de lo bello y de la patria.


(1).- Hasta los primeros peldaños de esta escalera llegó el airado mar en el terremoto de 1755 del que anteriormente hablamos.

Textos en varios capítulos publicados en diversos periódicos de la emigración en América en mayo de 1880

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