miércoles, 23 de enero de 2013

(NUEVO HERALDO do 30.06.1934 Origen del nombre de “Fonte Quente”


NUEVO HERALDO
(AÑO I/Nº 1 do SÁBADO 30 de XUÑO do 1934) (páxina 15)


D i v a g a n d o
Origen del nombre de “Fonte Quente”
(Con toda la consideración y el respeto debido al muy ilustre hijo de La Guardia D. Juan Domínguez Fontela)

Allá, al correr del estrecho y pedregoso camino de Barbela, y no a mucha distancia de la Pedra d’Agrelo; por sobre unas vertientes lajas cubiertas de musgo, a orillas de un mar bravío; pausado y con leve tintinear resbala el cristal de un límpido venero: es Fonte Quente. ¡Solo Dios sabe por cual hondo misterio silenciosas fíltranse por entre las profundas y pétreas entrañas del Santa Tecla, y allí perennemente brotan aquellas aguas cristalinas!
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Alí-Bubú, uno de los últimos hombres que en remota época habitaron las escarpadas cumbres del Santa Tecla, y quien sepultado fue en la oquedad de una gran piedra que, a medio volcar, dícese que ver se puede todavía en la roqueña vertiente sur del monte ¿Será ésta la Pedra Furada?; al morir, grabada dejó con múltiples y raros signos, sobre la dura roca en que hoy se levanta el Facho, una escalofiante historia relatando el trágico fin fr aquellos primitivos del Tecla. Pero durante años mil y mil, nunca descifrada pudo ser aquella por demás extraordinaria relación, hasta que el tío Antoniño –aquel diminuto y esquelétito viejecillo que no hace muchos años vagaba, solitario y triste, por todas las agrestes recondideces del monte- casualmente, y dentro de un gran puchero rajado y sin tapa, una misteriosa clave halló con la cual púdose, al fin interpretar aquel valioso documento pétreo que Alí-Bubú nos legara.
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“Al pie de este monte, del lado por donde se oculta el sol –decía Alí-Bubú en aquella acongojante relación- y entre as rocas que el mar bate furioso, hay una estraña fuente (manans aqua-manantial, fuente). De esta fuente, a  la que mis muertos ascendientes llamáronla Fontana Fervens (Fuente Hirviente) el agua manaba en continuos y burbujeantes hervores. Siempre humeante, descubríasela desde muy lejos por el blanco penacho de vaporque la denunciaba. Pero un día -¡oh fatal día aquel!-, no se sabe por cúal honda conmoción terráquea o por cual misterioso fenómeno, la fuente cesó de humear y sus aguas trocáronse frías, muy frías…, (horride frigidus).
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Nuestra existencia deslizábase en el inefable goce de la mas tranquila y eternal ventura, en la profunda calma de estas alturas majestuosas. No sufríamos dolor ni sentíamos otras apremiantes necesidades que las prosaicas de nuestros estómagos, para satisfacer las cuales cada mañana, y antes de que el sol a derramar comenzara sus quemantes rayos de fuego (ignitissimus radius solis), bajábamos a robarle al rugiente mar, que allá entre los acantilados estréllase soberbio, la infinita riqueza inagotable de sus moluscos deliciosos (Mytilus deliciosus) que sometíamos luego a prolongada cocción sumergiéndolos en las hirvientes aguas de aquella fuente milagrosa.
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Desde el instante trágico en que las aguas de Fontana Fervens empezaron a brotar frías como la nieve, a sentir comenzamosen nuestros corazones las primeras punzadas de un extraño temor por nosotros jamás sentido….¿Como íbamos a poder subsistir ingiriendo mariscos (Mytilus cochlae genus) en el mismo estado en que eran arrancados de las piedras del mar? En estas tan angustiosas como mortales consideraciones sufrimos largos días de ayuno, hasta que una feliz idea pareció ocurrírsenos al pensar que, exponiendolos algún tiempo al sol, los moluscos acaso fueran mas digeribles. Pusimos inmediatamente en práctica la ocuurencia; pero, ¡horror!- el gran Dios protector de nuestras vidas parecía habernos aabandonado. Al tercero o cuarto día de tener los moluscos al sol y al viento, despedían un tan fétido y mareante olor, que a todos nos sumió en mortales desfallecimientos. Poco después se declaró entre nosotros una enfermedad desconocida, y la colonia fue terriblemente diezmada por la muerte….”
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            “Los pocos que logramos sobrevivir a tan horrenda catástrofe hallamos nuestra salvación construyendo unos hogares de piedra (rusticulos petrae focus) en los cuales aprendimos a encender lumbre. Desde entonces, en vez de cocerlos, asamos los moluscos…que todavía son el único pan nuestro de todos los días…”
            Así termina la trágica historia que en múltiples y raros signos, grabada en euna inmensa roca, Alí-Bubú nos legó al morir. A no ser por ella, no sabríamos aún por que le llaman Fonte Quente al pequeño manantial que allá por donde corre el pedregoso camino de Barbela, sus aguas cristalinas vierte en la mullida alfombra que el limo y las acotiledóneas tejiéronle a sus pies.
Joaquín Saúl
Puerto Rico, 1934

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